Las construcciones antiguas guardan entre sus muros innumerables secretos arquitectónicos que revelan la maestría de épocas pasadas. Entre los elementos más característicos de las edificaciones medievales, especialmente en iglesias y catedrales, se encuentran las ventanas con parteluz, un rasgo distintivo que combina funcionalidad estructural con belleza ornamental. Reconocer estos elementos permite apreciar mejor el patrimonio arquitectónico y comprender las técnicas constructivas que definieron estilos como el románico y el gótico.
Qué es una ventana con parteluz y su origen histórico
Definición arquitectónica del parteluz
El parteluz constituye un elemento arquitectónico vertical que divide una ventana o puerta en dos o más secciones. Se trata de una columna, pilar o montante de piedra que se sitúa en el centro del vano, proporcionando soporte estructural y permitiendo la creación de aberturas más amplias sin comprometer la estabilidad del muro. Este componente cumple una doble función: refuerza la estructura al distribuir el peso de la parte superior del arco y, al mismo tiempo, crea un efecto visual de elegancia y verticalidad que caracteriza a muchas construcciones religiosas y civiles del medievo. La presencia del parteluz permite subdividir el espacio de la ventana en compartimentos más manejables, facilitando la instalación de vidrieras o celosías y contribuyendo al control de la luz natural en el interior de los edificios.
Evolución histórica desde la arquitectura románica hasta el gótico
El uso del parteluz tiene raíces profundas en la historia de la arquitectura europea. Algunos ejemplos tempranos se encuentran en construcciones visigodas, como la iglesia de San Pedro de la Nave, datada entre los años 680 y 711, donde ya se observa la utilización de este recurso divisorio. Durante el período románico, especialmente desde el siglo XI, el parteluz comenzó a emplearse con mayor frecuencia en monasterios y templos, como evidencia el Monasterio de San Salvador de Leyre. Sin embargo, fue en la transición hacia el gótico cuando este elemento alcanzó su máximo esplendor. En el siglo XII y XIII, catedrales como las de León, Toledo y Barcelona incorporaron parteluces en sus ventanales, aprovechando las posibilidades que ofrecía el arco apuntado para crear vanos más altos y esbeltos. Esta evolución responde tanto a necesidades técnicas como estéticas, permitiendo la entrada de mayor cantidad de luz y aportando una sensación de elevación espiritual característica del arte medieval.
Características estructurales y elementos identificativos del parteluz
Materiales tradicionales utilizados en su construcción
La construcción de parteluces requería materiales resistentes y duraderos, capaces de soportar cargas significativas. La piedra constituía el material por excelencia, trabajada mediante técnicas de cantería que permitían tallar sillares con precisión. Los maestros alarifes y canteros medievales dominaban el arte de labrar la piedra para crear elementos tanto funcionales como decorativos. Dependiendo de la región y la disponibilidad de recursos, se empleaban diferentes tipos de piedra caliza, granito o mármol. En algunas edificaciones menos monumentales, especialmente en arquitectura civil, podían utilizarse materiales como el tapial o combinaciones de piedra con otros elementos constructivos, aunque estos casos resultan menos frecuentes en ventanas de gran envergadura. La calidad del material y la habilidad en su labrado determinaban no solo la resistencia estructural, sino también la riqueza ornamental del parteluz, que podía presentar capiteles decorados, fustes estriados o relieves tallados.
Diferencias entre parteluz, maineles y columnillas
Aunque en ocasiones se emplean como sinónimos, existen matices entre términos relacionados dentro del vocabulario arquitectónico. El parteluz y el mainel se refieren esencialmente al mismo elemento: la columna o pilar que divide verticalmente un vano. Sin embargo, en algunos contextos especializados, el término mainel puede aludir específicamente a divisiones en ventanas geminadas o bíforas, aquellas que presentan dos aberturas gemelas. Las columnillas, por su parte, son elementos más delgados y estilizados que pueden formar parte de conjuntos más complejos, como las triforas, ventanas divididas en tres secciones. El ajimez representa un tipo específico de ventana dividida por parteluz, típica de la arquitectura mudéjar y de influencia islámica, generalmente rematada por arcos de herradura o lobulados. Reconocer estas diferencias permite una identificación más precisa de los elementos arquitectónicos y facilita la comprensión de las variaciones regionales y estilísticas en las construcciones antiguas.
Estilos arquitectónicos donde encontrar ventanas con parteluz

Presencia en edificaciones religiosas medievales
Las iglesias, catedrales y monasterios constituyen los espacios donde el parteluz alcanza su expresión más monumental. En la arquitectura religiosa medieval, especialmente durante los siglos XII, XIII y XIV, la ventana con parteluz se convirtió en un elemento recurrente que definía el carácter de las fachadas y los interiores. La Catedral de León, con sus espléndidos ventanales del siglo XIV, la Catedral de Toledo con sus elementos del último cuarto del mismo siglo, o la Catedral de Vitoria del siglo XIII, ofrecen ejemplos sobresalientes de cómo este recurso arquitectónico se integra en la estructura gótica. Igualmente notables son las ventanas de la Basílica de San Vicente de comienzos del siglo XIV o la Iglesia de San Julián y Santa Basilisa de finales del siglo XII. En estos espacios sagrados, el parteluz no solo cumplía una función estructural, sino que contribuía a crear atmósferas de recogimiento y elevación espiritual mediante el juego de luces y sombras que sus divisiones generaban al filtrar la luz a través de las vidrieras.
Aplicaciones en arquitectura civil y palaciega
Más allá de los templos y monasterios, las ventanas con parteluz encontraron cabida en construcciones civiles y palacios señoriales. Edificios como colegios, sedes de instituciones o residencias nobiliarias adoptaron este recurso tanto por razones funcionales como simbólicas. El Colegio Villandrando, construido en 1911, muestra cómo la tradición del parteluz pervivió incluso en épocas más recientes, cuando arquitectos neomediévalistas buscaban recrear la estética de periodos anteriores. Las colegiatas, como la de Santa María la Mayor del último tercio del siglo XIII o la de Santa María del año 1500, representan espacios intermedios entre lo religioso y lo civil donde el parteluz adornaba ventanales de gran valor artístico. En palacios y casas señoriales, especialmente en regiones con fuerte tradición medieval, la presencia de estas ventanas divididas aportaba prestigio y conectaba la construcción con los valores de solidez y antigüedad. El uso del parteluz en arquitectura civil evidencia cómo los elementos desarrollados inicialmente en contextos religiosos se adaptaron y difundieron a otros ámbitos constructivos.
Cómo reconocer una ventana con parteluz en edificios antiguos
Elementos visuales clave para su identificación
Identificar una ventana con parteluz requiere observar varios elementos característicos que delatan su presencia. El rasgo más evidente consiste en la división vertical del vano mediante una columna o pilar central que se extiende desde la base hasta el arco superior. Este elemento divisorio suele presentar proporciones estilizadas, con un fuste que puede ser liso o decorado, y frecuentemente culmina en un capitel tallado que soporta el arranque de los arcos. La simetría resulta otro indicador fundamental: las secciones creadas por el parteluz suelen ser idénticas o muy similares entre sí, creando un efecto de equilibrio visual. El tipo de arco empleado también proporciona pistas sobre el período y estilo: arcos de medio punto sugieren influencia románica, mientras que arcos apuntados indican filiación gótica. La presencia de decoración escultórica en el parteluz, como relieves florales, figuras geométricas o incluso representaciones humanas o animales, puede ayudar a datar la construcción y situarla en un contexto estilístico específico. Observar la proporción entre el ancho del parteluz y el del vano total permite distinguir entre diferentes tipos de ventanas divididas.
Conservación y restauración de ventanas con parteluz en el patrimonio arquitectónico
La preservación de estos elementos arquitectónicos plantea desafíos técnicos y éticos importantes para los profesionales del patrimonio. La erosión causada por agentes atmosféricos, la contaminación ambiental y el paso del tiempo deterioran progresivamente la piedra de los parteluces, comprometiendo tanto su integridad estructural como su valor estético. Las intervenciones de restauración deben equilibrar la necesidad de consolidar la estructura con el respeto a la autenticidad histórica del elemento. Técnicas modernas de consolidación de piedra, limpieza con métodos no invasivos y reintegración de partes perdidas mediante materiales compatibles forman parte del repertorio de los restauradores especializados. En algunos casos, resulta necesario sustituir piezas irreparablemente dañadas, para lo cual se recurre a canteros que emplean técnicas tradicionales para tallar nuevas piezas que repliquen las originales. La documentación fotográfica y gráfica detallada constituye un paso previo imprescindible en cualquier intervención, permitiendo registrar el estado original y guiar los trabajos de restauración. Iniciativas de protección legal y programas de conservación preventiva contribuyen a garantizar que estas joyas del arte arquitectónico medieval puedan ser apreciadas por generaciones futuras, manteniendo vivo el testimonio de la habilidad y creatividad de los constructores antiguos.
